Unos dicen que es un pueblo originario, los más, una expresión Mitimaes, es decir un conjunto de 100 Ayllus (pachajcamayoc). Los Yamparaes son la impronta del orgullo de la Raza y de la lengua Quechua, que emergen un 12 de Marzo de 1816, a la saga de Doña Juana Azurduy y de Don Manuel Ascencio Padilla, cuando se hacen de la victoria en la serranía de las Carretas, como respuesta a las atrocidades cometidas en Tarabuco por el Ejercito “Verde” Colonialista Español.
Las provincias de Oropeza y Yamparaez del departamento de Chuquisaca, son la cuna de una Cultura que se resiste al embate de un occidentalismo exterminador, se trata de Cultura Yampara, centro de importancia agrícola de antaño, ubicada en la localidad de Tarabuco.
Phujllay (Juego), que anualmente se celebra y comienza con una misa de almas, cuando más de 70 comunidades, irrumpen en la altipampa de Tarabuco para rendir homenaje a sus muertos en combate (Jumbate) y agradecer a la Pachamama (Madre tierra) por la productiva cosecha.
LA BATALLA DE 1816
En el localismo, se llama la batalla de “Cumbati o Jumbate” (Combate), cuando más de 2000 indios encabezados por los caciques Pedro calizaza, Ildefonso Carrillo, el mestizo Prudencio Miranda, y los tarabuqueños con genial estrategia y una ingeniosa arrimada para vencer en esta Batalla, vistieron con sus ponchos a los arbustos (Tholas) que abundan en la zona, y los españoles los confundieron con los rebeldes y dispararon sus cañones, agotando sus municiones, lo que permitió a la tropa de tarabuqueños, aplastar a todos los españoles con piedras enormes que lanzaban desde las alturas quedando solo con vida el “tambor” de órdenes, que era un niño, quien fue testigo de la sanguinaria carnicería, derrotados completamente, en la euforia de la victoria y en señal de venganza abrieron los pechos de los soldados sobrevivientes, sacaron el corazón y se los comieron, motivo por el cual mucha gente los llama "Sonko Mikjus" (come corazones) cuando los yamparas devoraron los corazones y al son de la victoria, danzaron disfrazados con el ropaje español, generando a partir de esta gesta, la marcial, imponente y guerrera danza del Phujllay.